Taller oficios: Ampliación de espacios productivos en Quinchamalí
por Claudio Araneda, Universidad del Bío-Bío, Chile
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Resumen
El pueblo de Quinchamalí, en Chile (Fig. 3 y 4), es conocido por su patrimonio inmaterial de artesanía alfarera. Sin embargo, un análisis realizado por estudiantes de arquitectura de la Universidad del Bío-Bío reveló que la producción de alfarería y el turismo están disminuyendo debido a la falta de infraestructura de talleres a medida. Esta iniciativa busca consolidar, mostrar y potenciar las capacidades productivas de las artesanas, principalmente a través del diseño de nuevos microespacios de producción y comercio artesanal. La iniciativa surge del “Taller de Barrios”, un estudio de arquitectura en el que los estudiantes diseñan soluciones a los retos de la sociedad a partir de extensas conversaciones con las comunidades, y en el que los proyectos seleccionados se llevan a cabo mediante asociaciones con profesionales. En esta iniciativa, la implementación de prototipos de talleres artesanales es el resultado del trabajo colaborativo entre las mujeres artesanas de Quinchamalí, el programa “Quiero Mi Barrio” (QMB) del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, el Servicio de Vivienda y Urbanismo (SERVIU), el estudio de arquitectura Azócar & Catrón, y la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Bío-Bío (UBB). Un resultado importante es la formalización en curso de una alianza entre la comunidad, las instituciones del Estado y la academia, que tiene como objetivo desarrollar enfoques colaborativos e inclusivos para la política de desarrollo de infraestructura que pueda responder a las necesidades y oportunidades de las localidades rurales de la región de Ñuble.
Descripción
Quinchamalí, un pueblo de 1.300 habitantes situado en el centro de Chile (Figs. 5 y 6), es conocido por su patrimonio inmaterial de artesanía femenina, sobre todo de cerámica. Sin embargo, la producción artesanal está en declive y el pueblo no atrae a suficientes turistas para mantener los medios de vida de las artesanas. Para ayudar a paliar el problema, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio ha presentado recientemente una solicitud a la UNESCO para que la artesanía femenina de Quinchamalí se inscriba en su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial que necesita ser salvaguardado.
Esta iniciativa pretende consolidar, mostrar y potenciar las capacidades productivas de las artesanas de Quinchamalí, principalmente a través del diseño de microespacios adicionales de producción y comercio artesanal. La iniciativa surge de una alianza entre el “Taller de Barrios” de la Universidad del Bío-Bío, la municipalidad de Concepción y el programa “Quiero mi Barrio” (QMB) del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. En efecto, un análisis realizado por estudiantes de arquitectura de la UBB sugiere que la producción artesanal y el turismo están disminuyendo debido a la falta de infraestructura de talleres a medida. El reto del diseño es, por tanto, doble: por un lado, los nuevos talleres a medida deben fomentar las habilidades de los artesanos y mejorar su producción, y por otro, deben consolidar un paisaje coherente con objetos arquitectónicos nuevos, icónicos y fácilmente identificables que puedan atraer a los visitantes y guiarlos dentro del pueblo. Al reconocer y honrar la práctica de las artesanas y regalarles un proyecto a medida digno de su esfuerzo, la alianza quiere reforzar el sentido de identidad de las artesanas y mantener una tradición basada en el talento puro y la devoción desinteresada.
Proceso de implementación y evolución
El proyecto se desarrolló en dos fases. En la primera, los estudiantes del Taller de Barrios de la UBB desarrollaron una serie de prototipos. El Taller de Barrios es un estudio anual de arquitectura que tiene lugar cada segundo semestre del año académico, en el que los estudiantes desarrollan proyectos en contextos reales, con el fin de resolver retos sociales en colaboración con las comunidades. Para cada prototipo, los alumnos estudiaron in situ las formas de producción y comercio de los artesanos. El proceso de diseño implicó un diálogo constante entre los estudiantes de la UBB, los artesanos y los profesionales de la QMB, sostenido por las visitas periódicas del grupo a la aldea. Como cada estudiante elaboró un proyecto, el estudio de arquitectura dio lugar a 12 propuestas distintas de prototipos de talleres para la producción y el comercio de artesanía, todas ellas seleccionadas por los propios artesanos.
En la segunda fase, la comunidad y los profesionales del programa QMB seleccionaron conjuntamente la propuesta arquitectónica presentada por el estudiante Benjamín Alvarado para su posterior desarrollo de diseño y ejecución por parte de un estudio de arquitectura. Tras un proceso de solicitud de financiación (actualmente pendiente), Azócar & Catrón, un estudio de arquitectura dirigido por antiguos alumnos de la UBB, transformó el microproyecto considerablemente. El nuevo proyecto presentaba cuatro variaciones de un módulo básico para la producción y comercio de cerámica, mermelada, miel y aves de corral (Figs. 1, 2, 6 y 7). Este proceso se explica con más detalle en la siguiente sección. En esta fase, el estudio de arquitectura adoptó un enfoque más tradicional del diseño arquitectónico y transformó el diseño original del estudiante hasta el punto de hacerlo irreconocible.
Tras la selección de la propuesta de Benjamín, un grupo de seis estudiantes participó en el desarrollo del proyecto elegido como “estudiantes en prácticas”. Azócar & Catrón ofrecieron el apoyo técnico necesario para transformar la propuesta de diseño de Benjamín en un proyecto viable. Este paso requirió una serie de reuniones de negociación para garantizar que se tuvieran en cuenta las necesidades e intereses de la comunidad. A continuación, los socios de QMB y un representante de la oficina regional del Ministerio de Vivienda solicitaron financiamiento público al SERVIU, el Servicio de Vivienda y Urbanización, en forma de subsidio de vivienda rural. Esta fase permitió que el proyecto cobrara un gran impulso (Fig. 5), ya que el trabajo de los estudiantes de arquitectura del Taller de Barrios se complementó con la ayuda activa de los profesionales de los distintos organismos públicos implicados. Especial reconocimiento merece el aporte de Javiera Vicario (SERVIU), quien informó a los organizadores sobre la existencia de fondos de subsidio a los que se podía postular.
Uno de los requisitos del financiamiento era que los miembros de la comunidad participaran en el proceso de solicitud. El equipo del SERVIU seleccionó a doce residentes que cumplían los requisitos de la solicitud. Uno de los resultados interesantes de este proceso fue que el grupo que superó el proceso de selección estaba compuesto no sólo por artesanos de la cerámica, sino también por pequeños productores de mermelada, miel y aves de corral. Llevamos a cabo otro proceso de diseño participativo para obtener nuevas opiniones de los beneficiarios. Esto supuso el desarrollo de una propuesta arquitectónica adaptable a los diferentes tipos de producción y comercio. Este trabajo colectivo de UBB, Azócar & Catrón y los socios de QMB dio como resultado una cartera de cuatro variantes arquitectónicas que se desarrollaron completamente para la solicitud de financiamiento. El proceso de presentación de la cartera al ayuntamiento fue largo y lento. No obstante, la solicitud se presentó a tiempo para el plazo de 2021 y actualmente está siendo evaluada por el SERVIU. Sin embargo, la evaluación se está retrasando por la pandemia en Chile y la crisis sanitaria mundial.
Mapa de actores
Como se mencionó, la iniciativa fue el resultado de una novedosa alianza de tres partes: la Universidad del Bío-Bío y su estudio de arquitectura “Taller de Barrios”, la municipalidad de Concepción y el programa nacional “Amo mi Barrio”, quienes a su vez trabajan de la mano con los vecinos (Fig. 5). Los socios firmaron un acuerdo de cooperación mutua en 2015. La alianza salva la persistente brecha entre la academia y el gobierno local, y establece un modo intersectorial de gobernanza y cooperación de proyectos. La alianza fue reconocida tanto por los residentes de Quinchamalí como por los profesionales del programa QMB como una forma de trabajo inédita y productiva. Ayudó a las partes interesadas a forjar buenas relaciones y, en consecuencia, a lograr resultados pertinentes y beneficiosos para todos. Sin embargo, este proceso de colaboración tuvo sus dificultades. Por ejemplo, retrasó considerablemente la ejecución del proyecto. Además, el objetivo de colaboración y comunicación constantes no siempre se logró. El complejo y largo proceso de solicitud de financiación generó muchas conversaciones bidireccionales entre la oficina y el programa QMB. Al final, la universidad y el ayuntamiento dejaron de dar su opinión.
En esta alianza, la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Bío-Bío y su equipo del proyecto ADAPTO (compuesto por tutores y estudiantes de Arquitectura y Trabajo Social) asumieron un papel de liderazgo en el Taller de Barrios. Los estudiantes y profesores participaron en el diagnóstico de necesidades de la comunidad de Quinchamalí junto con los profesionales de QMB. También participaron en el diseño de las distintas propuestas. A cambio, los estudiantes -especialmente los seis “estudiantes en prácticas”- se beneficiaron de un escenario real en el que se convirtieron no sólo en diseñadores, sino también en actores y mediadores, trabajando en constante diálogo con los ciudadanos y los representantes del gobierno local.
En las fases posteriores de desarrollo de la propuesta seleccionada, el estudio de arquitectura Azócar & Catrón asumió un papel profesional tradicional, decidiendo los principales principios de diseño y dando después instrucciones sobre cómo completar el diseño. Dos estudiantes, Constanza Jara y María Constanza Sáez, fueron contratadas como pasantes en el estudio de arquitectura y continuaron trabajando en el desarrollo de los prototipos del taller. Su participación condujo a una transformación sustancial del proyecto seleccionado, originalmente desarrollado por Benjamín Alvarado.
Los profesionales del programa QMB actuaron como colaboradores y asesores activos del equipo del proyecto ADAPTO durante todo el proyecto. El programa de recuperación de barrios “Quiero mi barrio” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo se puso en marcha en 2006 como forma de mejorar la calidad de vida de las personas. El programa utiliza un proceso participativo, que involucra a la municipalidad y a la propia comunidad, como medio para facilitar la recuperación de espacios públicos y equipamientos, y fortalecer el tejido social. Organizaron varias reuniones conjuntas y orientaron las actividades del estudio de arquitectura de la UBB de acuerdo con las políticas de desarrollo del propio programa QMB. Una vez elegido el proyecto de Benjamín Alvarado, dirigieron la solicitud de fondos de subvención.
Resultados
- Elaboración de un estudio de necesidades en la comunidad de Quinchamalí (Chile), en el que se destacan las oportunidades de producción y comercio artesanal tradicional, así como la necesidad de dotar de infraestructuras a medida a esta actividad cultural de gran valor patrimonial.
- Realización de 12 prototipos arquitectónicos de talleres o espacios productivos de alfarería, miel, mermelada y avicultura, con la participación directa de pobladores, artesanos y productores de Quinchamalí, todos ellos mujeres. SERVIU otorgó subsidios a nueve propuestas para financiar su construcción.
- Creación de una experiencia de aprendizaje práctico para los estudiantes de arquitectura, de modo que puedan estar mejor preparados para actuar como facilitadores y colaboradores en futuros proyectos sociales.
- Formulación y aplicación de un novedoso modelo de trabajo multisectorial, que une al mundo académico, a las instituciones gubernamentales, al sector privado y a la comunidad de la región, mejorando las relaciones entre las partes interesadas y produciendo respuestas arquitectónicas pertinentes para la comunidad.
Lecciones aprendidas
El proyecto propone un novedoso enfoque de trabajo colectivo entre el mundo académico, las instituciones de servicio público y la comunidad. El enfoque se basa en lo que denominamos “alianzas multidireccionales” o “triples”, utilizadas como estrategia de divulgación. Sin embargo, es esencial que todas las partes interesadas de la alianza recién establecida mantengan una colaboración y coordinación constantes a lo largo del proceso del proyecto. Esto garantiza que la alianza cumpla su propósito como estrategia innovadora de trabajo colaborativo y, en consecuencia, como modelo de gobernanza. Aprendimos que cuando las conversaciones y las reuniones cesan durante un periodo de tiempo prolongado, surgen problemas de comunicación. Como resultado, se produce una acumulación de desconfianza entre los socios. Para mitigar esta situación es necesario que la asociación incluya al menos una persona que pueda realizar un seguimiento completo y sistemático de todo el proceso. De ahí que haya que asignar recursos para esta tarea específica desde el principio del proyecto.
Confiar el desarrollo técnico de un proyecto de diseño a un estudio de arquitectura sin involucrar a los estudiantes que crearon el diseño puede tener múltiples impactos desde el punto de vista pedagógico. A diferencia del proceso de diseño del huerto vertical de Bellavista (véase “Nuestras semillas son la vida”), este proceso dio lugar a una transformación total del diseño original de los estudiantes, hasta el punto de hacerlo irreconocible. Este resultado se debió al enfoque unilateral más tradicional adoptado por la oficina de Azócar & Catrón. Este enfoque puede ser aceptable siempre que el alumno se incorpore de forma activa y empática al proceso de diseño, lo que no ocurrió en este proyecto. Los tutores deben tener en cuenta la complejidad técnica de la propuesta de un estudiante cuando se lleve a cabo el proceso de selección, ya que una propuesta más compleja puede conllevar problemas importantes en la fase de desarrollo técnico.
Futuras acciones y replicabilidad
La posibilidad de implementar futuras acciones depende del apoyo financiero. Como se ha mencionado, el proyecto está siendo evaluado para obtener una subvención para su implementación en Quinchamalí. Se espera que el proyecto pase a la fase de construcción tras la recepción de la subvención. Siempre que se consiga un apoyo financiero adicional, la propuesta arquitectónica de cuatro variantes de un único módulo básico para la producción y el comercio de artesanía y alimentos (alfarería, miel, aves de corral y mermelada) también puede adaptarse a otras actividades productivas de pequeña escala y replicarse en Quinchamalí.
Estas alianzas triples o multisectoriales pueden ser relevantes en otras regiones. Los socios de ADAPTO en la Universidad del Bío-Bío creen que la experiencia de Quinchamalí proporciona una visión de las posibles formas de involucrar al sector público y a los residentes en futuros proyectos. Las alianzas pueden salvar las brechas de colaboración, conversación e investigación existentes entre el mundo académico, la administración gubernamental y la población, y pueden potenciar mutuamente a todos los actores involucrados.