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De las barreras naturales a las políticas: Los retos del suministro de agua para un huerto comunitario – Artefacts of Disaster Risk Reduction

De las barreras naturales a las políticas: Los retos del suministro de agua para un huerto comunitario

por Claudio Araneda, Universidad del Bío-Bío, Chile

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Resumen

Esta iniciativa fue originalmente diseñada para apoyar la construcción de una barrera natural contra inundaciones para un proyecto de huerto comunitario (ver “Nuestras semillas son vida”), que se iba a construir en el barrio Bellavista de Tomé, Chile. Un grupo de mujeres que se dedican a la jardinería lideró la iniciativa, con el apoyo de investigadores de la Universidad del Bío-Bío y profesionales del programa Quiero mi Barrio. Sin embargo, el lugar original del huerto resultó inadecuado, por lo que el equipo trasladó el proyecto a otro lugar que no presentaba el mismo nivel de riesgo de inundación. Este nuevo lugar también era problemático, ya que carecía de suministro de agua para el huerto comunitario. Por ello, el equipo adaptó la iniciativa para responder a la nueva necesidad de suministro de agua. Tras un acuerdo con el municipio de Tomé, el equipo decidió cofinanciar la ampliación de la red de agua existente en las cercanías hasta el lugar. La estructura del jardín se construyó, pero el municipio se retractó posteriormente para reasignar los fondos a otros proyectos municipales supuestamente más importantes. El desuso del jardín provocó contestaciones sociopolíticas, que finalmente llevaron al desmantelamiento de la estructura del jardín y a la cancelación de la iniciativa de suministro de agua. Los investigadores reasignaron los fondos de ADAPTO para ayudar a las jardineras en la búsqueda de un nuevo emplazamiento y en la reconstrucción del huerto. Esta experiencia demuestra que adaptarse y asegurar las alianzas ante las contingencias es primordial para el éxito de la implementación de una iniciativa local. En este caso, implicar a los vecinos que viven a las afueras del nuevo emplazamiento y mantener vivas las alianzas entre las distintas partes interesadas a lo largo del tiempo habría contribuido a evitar malentendidos y desvinculaciones.

Descripción y evolución

Fig. 1 (encabezado). Día de la inauguración del huerto comunitario.
Fig. 2. Día de la inauguración del huerto comunitario en el segundo emplazamiento. La imagen muestra la proximidad física de los vecinos del barrio, que no participaron en el proyecto del huerto comunitario. Finalmente pidieron su desmantelamiento. Foto: N. Arias.

Esta iniciativa tuvo como objetivo acondicionar el terreno que había sido destinado a un proyecto de huerto comunitario en el barrio Bellavista de Tomé, Chile (Fig. 1 y 2). El proyecto de huerto comunitario, también llamado Jardín Vertical, es un trabajo conjunto de un grupo de mujeres dedicadas a la horticultura, estudiantes e investigadores de un estudio de arquitectura de la Universidad del Bío-Bío, y profesionales del programa nacional Quiero mi Barrio, que tiene como objetivo mejorar la calidad de vida en los barrios de bajos ingresos (ver detalles en “Nuestras semillas son vida”). Ubicado en el borde del río Estero Collén, el sitio original presentaba varios desafíos. Se trata de una zona descuidada y sujeta a inundaciones. La primera versión de esta iniciativa implicaba la construcción de una zona pavimentada que serviría tanto de barrera natural contra las inundaciones como de zona para sentarse y disfrutar del paisaje circundante. Sin embargo, una evaluación in situ determinó que el terreno sería demasiado pequeño para el proyecto. El equipo del jardín comunitario decidió entonces cambiar la ubicación del jardín y adaptar la iniciativa a los requisitos del nuevo emplazamiento.

El nuevo sitio, situado más arriba del río, está menos expuesto a las inundaciones y ofrece una bonita vista del bosque de eucaliptos cercano. Sin embargo, lamentablemente no tiene acceso al agua, por lo que el equipo del huerto comunitario decidió ampliar la red de suministro de agua potable existente en las cercanías. Para ello, el equipo se reunió con representantes municipales en cinco ocasiones en 2019. Los representantes aceptaron cofinanciar la iniciativa y suministrar agua al lugar. La iniciativa consistía en una tubería de 100 metros, que se conectaría a la red pública de agua potable existente y contaría con un grifo al final. El acuerdo generó un gran entusiasmo. La idea era sencilla y clara, y los compromisos eran firmes. Por ello, el equipo del huerto comunitario procedió a construir la estructura del huerto, convencido de que el suministro de agua llegaría poco después.

Por desgracia, el compromiso de ampliar la red de agua nunca se materializó. Las conversaciones con la municipalidad sobre la ejecución de la ampliación del suministro de agua se hicieron cada vez más difíciles, ya que los interlocutores eran cada vez más inaccesibles. Algunos vecinos se quejaron de que la estructura del jardín comunitario atraía actividades no deseadas, como el consumo de alcohol y drogas (Fig. 2 y 4). Al mismo tiempo, el programa Quiero mi Barrio de Bellavista, gracias al cual fue posible la iniciativa del huerto, tuvo que retirarse de la iniciativa al finalizar su periodo previsto de cuatro años.

Según Hilda Basualto, líder del equipo del programa Quiero mi Barrio, el proyecto no funcionó porque no era una prioridad municipal, ni política ni técnicamente. El municipio no entendió las implicaciones positivas que el proyecto podría haber tenido en la comunidad. A pesar de los esfuerzos realizados por el equipo para convencer al alcalde y a otras partes interesadas del municipio, éste decidió que la estructura del jardín debía ser desmontada y trasladada a otro lugar. Los trabajadores municipales desmontaron la estructura y almacenaron las piezas en un club deportivo local. En este contexto, los investigadores decidieron que los fondos se redirigieran al grupo de mujeres jardineras para financiar la búsqueda de un nuevo emplazamiento y la reconstrucción de la estructura del jardín.

Mapa de actores

Fig. 3. Evolución y participación de actores.

Un grupo de mujeres dedicadas a la jardinería lideró esta iniciativa. Investigadores de la Universidad del Bío-Bío y un representante del programa Quiero mi Barrio ayudaron a poner en contacto al equipo de jardineras con delegados municipales. Este apoyo estaba orientado a mantener el impulso ya generado por la construcción del huerto al final del programa Quiero mi Barrio, que duró cuatro años. El apoyo inicial de este programa dio credibilidad a las demandas de las jardineras ante el municipio. Este apoyo facilitó una serie de cuatro conversaciones entre las partes implicadas. Hay que reconocer que esas conversaciones no fueron suficientes para que la idea de dotar de agua al huerto fructificara. Como se ha dicho, al final se nos informó (extraoficialmente) de que el ayuntamiento había retirado su apoyo a la idea por falta de interés político y económico en el proyecto.

Lecciones aprendidas

Aunque ni la barrera natural contra las inundaciones ni la tubería de suministro de agua se han materializado, esta iniciativa arrojó dos importantes lecciones. En primer lugar, el proyecto de huertos comunitarios estaba destinado a crear una brecha entre las jardineras y los “nuevos” vecinos inmediatos porque no formaban parte del grupo de jardineros. Por ello, el equipo se da cuenta ahora de la importancia de establecer una colaboración más estrecha con los vecinos que se verán directamente afectados por el proyecto en las primeras fases del proceso y no sólo con la comunidad de jardineros. Al estar directamente relacionados con el proyecto de huertos comunitarios, los líderes se centraron en establecer una buena colaboración entre los investigadores, la comunidad de hortelanas urbanas, los actores municipales y los representantes del programa Quiero mi Barrio. Pero esto no fue suficiente. Dejados de lado de forma involuntaria, los vecinos que viven en las inmediaciones del huerto dejaron de apoyar la iniciativa en cuanto surgieron los problemas. Involucrarlos antes en el proceso habría ayudado a encontrar soluciones alternativas para mantener la estructura y llevar agua al lugar.

En segundo lugar, observamos que el apoyo municipal disminuyó cuando terminó el programa Quiero mi Barrio. Esto significa que el apoyo al proyecto habría seguido siendo fuerte si las alianzas originales hubieran persistido. Otra lección es que nunca hay que dar por sentada la importancia de mantener vivas las alianzas más allá del ciclo de vida del proyecto, una tarea exigente en sí misma. Mantener las alianzas es crucial para el seguimiento posterior a la construcción. Esto supone un esfuerzo por mantener viva la conversación entre las partes interesadas una vez finalizado el proyecto.

Futuras acciones

A primera vista, la idea de suministrar agua potable para el riego del jardín tenía sentido. Sin embargo, la contestación de los vecinos, tanto después de la construcción del jardín como de su desmantelamiento, dejó en claro que la iniciativa era inapropiada. Los investigadores de la Universidad del Bío-Bío también reconocen que el seguimiento no ha sido óptimo desde el desmantelamiento de la estructura, en gran parte debido a las restricciones de movilidad impuestas por la pandemia. Aprovechando las lecciones de esta experiencia, nosotros -como investigadores- esperamos retomar el contacto con el equipo de jardineras de Bellavista y ayudarlas mejor en la reconstrucción del jardín.

Fig. 4. Jardín vertical tras un periodo de desuso y abandono. Foto: ADAPTO-Chile.